Más tranquilo... pero aún aturdido por la experiencia, me pongo a pensar en ella, mi princesa, y mi mente en un esfuerzo más por olvidarla, solo trae a la memoria los momentos en que como dos adolescentes disfrutábamos de la compañía el uno del otro, y en ese esfuerzo por clasificar esos recuerdos como cual valiosas gemas y guardarlas en un lugar seguro, intenta no tocarlas más...
Pero, ¿qué fue ella entonces? Vez tras vez aún en los momentos de trabajo, aún en segundo plano, mi mente se cuestiona, se cuestiona en si el sentir hacia ella era una especie de obsesión morbosa, porque hasta el día de hoy quisiera verla, aunque fuera un segundo y que me escuchara. ¿Qué me escuchara, pero por qué? ¿acaso ella ya había dicho que no quería saber nada de nosotros, por qué insistir entonces?
Dicen que la soledad puede ser una maldición o una bendición, pues con ella reflexionas en las cosas que pasan a tu alrededor, y de nosotros depende si esos ecos de nuestros pensamientos al resonar en ese universo de soledades se conviertan en monstruos internos, miedos, traumas o egos aliados, que vivirán con nosotros por el resto de nuestra vida; pueden ser noches de oscuridad, donde la luz del entendimiento divino te ilumine para entender lo que vives, o días de luz donde la oscuridad del rencor, miedo u odio te cieguen por completo.
Esa noche era una más en esa oscuridad de mi habitación, después de aquel día, seguía sin entender porque no hubo un poco más de tiempo, le gustaba estar conmigo y me gustaba estar con ella, me gustaba ver su sonrisa y como hacíamos planes para el futuro, un futuro muy incierto... pero me tranquilizaba ver en sus ojos ese brillo que expresaba su deseo de vivir, ambas cosas mezcladas eran como un combustible que impulsaba mi mente y corazón.
La conocí por el mes de septiembre y debo admitir que al verla por primera vez pensé otra cosa, aunque nunca he buscado belleza, su imagen me agradó. En sus ojos pude ver una frescura de niña a pesar de nuestra edad, en su voz, alegría traviesa mezclada con feminidad muy singular. Así fue entonces como ella empezó a llamar la atención de mi corazón, la veía casi todos los días en el trabajo y cuando no llegaba me desesperaba por verla, esperaba un tanto nervioso e impaciente la hora del almuerzo o la comida, y siendo yo pues, quien estaba al frente de los trabajos, buscaba cualquier pretexto y ocasión para conversar y estar con ella, me esforzaba para que mi conversación no solo fuera amena, si no también edificante, pues aún a nuestra edad y teniendo los dos nuestros propios mundos, podíamos aprender uno del otro.
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Esto no es una historia mía, es un fragmento que encontré entre las cosas que tengo guardadas, y pues, quise digitalizarla (por así decirlo) y compartirla con ustedes, siendo esto una de mis inspiraciones para hacer los fanfics y poemas que ya conocen.
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